sábado, 19 de noviembre de 2011

El circo de la lluvia

Miedo y circo.
Está todo infectado
de putas e hijos de puta

Lástima de energía
basta y bana,
la incógnita

de tanto desparrame
estéril y sin corazón.
Miedo y circo

y el alma sin puños
sólo con alas
que se engarrotan

al pensar en amor.
Al pensar en dolor.
El circo de los dos ojos

que tanto nos retoca
y nos sacude entre aplausos.
Y sólo yo frente al público

mi erección es tan poderosa
que podría dejar embarazada
a esta sala de una palabra.

Silencio. Este circo se quema.
Y lo tenemos que mirar con miedo.
Este circo estúpido. Yo digo.

Pero mientras las tablas se resquebrajan
y entre las rendijas no hay sangre,
ni los ojos se quiebran

ni hay una misera lágrima,
ni un espacio para pensar lo suficiente
para escindir este alma en dos,

el circo cae en pedazos
como chuscos de veneno
sobre la cabeza de un cura.

Señores, yo lo veo a diario.
Y lo siento. Siento como el circo
prentende dar miedo.

Pero el miedo viene de raiz
viene sobrevolando estas líneas
blancas y amarillas.

Un payaso se ríe.
Y no hace gracia.
Una puta se muestra

y no existe sexualidad.
Yo sólo soy capaz de ver
como es un circo miedoso.

Y entre tantos payasos,
mimos, ukeleles, y bailarinas,
un trapecista se balancea

desde el público
absorto por el miedo latente.
Parece ser que el serrín

lo ponemos nosotros,
borramos el límite de cal
con temblorosas manos

unas manos blancas
que son incapaces de ensuciarse
tan impotentes ante la audacia

de las caras pintadas que nos arrastran
a mirar al escenario, al miedo del circo.
Mientras vea este miedo

ya puede el circo quemarse
que yo me quedo bajo la lluvia.
No hay mayor premio

que ver arder un circo miedoso
mojado, cubierto de tela ínsipida.
Por mucho que la lluvia

prentenda que moje mi lengua,
hace tiempo que los pies me pesan
y la lluvia que me hace más fuerte

me mata con el barro en las botas,
esas que me llegan a la barbilla,
ese estiércol que me ha cubierto.

Miedoso circo del miedo.
Allí dentro todos están contentos.
Una mísera trompa de alcohólicos

putas, e hijos de puta arden
en un oro de cobre.
Esta noche, me quedo dentro.

Así, podré, por lo menos,
acogerme a mi obligación indecente
de ser un miedoso más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario