viernes, 3 de febrero de 2012

2012 - 16

Mi,
yo,
era,
soy...

Insondable secreto,
que hace años me atormentaba
insondable y secreto
que de noche, me perseguía.

Sólo soy capaz de decirlo
ahora, en la ruidosa noche callada
ahora, como una cobarde puta
temible y destartalada

Con una avispero mordiendo,
un serpiente entre terribles
cañaverales, asustada y
casi difunta por la sed,

solo ahora soy capaz
de ver,
lo que he sido,
un muerto

baldía paja del camino
exabrupto tenue de un niño
inconsciente,
amante de todas por la noche

seductor zalamero
y estoico en sus hazañas
tontas y caducas.
Ahora se arremolinan

las amenzantes nubes,
ahora el tiempo
actua con su capa
negra azabache

ahora digo al mundo
que no he amado
más que al sufrimiento
al pecado

al instinto.
Ahora se que he amado
al camino de rocas
a las botellas rotas

a la calzada sucia
de chicles y venganzas,
ahora sé,
ahora sé

y mi cama sabe,
y los dedos ladinos
de diferentes sexos
desquebrajados, femeninos

acusan el recibo
de algo, un corazón,
una pulsión de sangre
que se yo...

que no supo ni quiso saber
ahora mi mortecino petate
de angustias y sueños
que suelen ir de la mano,

ahora ya todos lo saben
y ya no hay misterio,
ni escondrijos,
ya no enarbolo banderas

ni sujeto mariposas.
Las mariquitas prefieren el arbol,
las piscina solo sabe a cloro,
y el alcohol trata de saberse mejor

consigue la estupida tarea
que los cigarros.
Ya no hay Bukwosky suficiente,
para tan poco Rimbaud.

Miguel, el Hernandez,
habla de las tripas,
de las entrañas
desiertas, secas,

de tanto morir por palabras.
Oh, palabras,
mis acompañantes más miserables
también los sabéis,

ya se sabe, a quien le interese,
que una carcasa,
ha decidido llenar su casa,
que el maniquí

no deja títere,
que los huesos
se rellenan de tuetano,
y las alegrías

se vuelven nubes
y la lluvia reconforta,
y la tierra, el barro,
el azabache, el silencio

será más fuerte de inspiración
que el eterno rugido,
que el cansino gemido,
que la torpe materia,

del que soñe que seria
este triste oscuro y dolorido
pecho,
lleno de golondrinas...

A las aladas alas
entre los juncos,
la maniobra suicida
de un loco cuerdo...