lunes, 14 de noviembre de 2011

Catorce Lunas

Llevo catorce lunas
arrancadome la piel con los dientes
saboreando el indigesto pecado
de querer algo y desecharlo.

Llevo catorce lunas
acariciando almohadas ajenas
despertandome y viendo
que olían a mis catorce olores.

Llevo catorce lunas
y desgraciadamente
catorce fachadas para cada momento
cada respiración, cada lugar.

De esas catorce lunas
las catorce han sido lunas llenas
donde el lobo se comió al lobo
y donde el hombre

se acoge a su derecho a rabiar
frente a cualquier estafa, mentira
y congoja de los otros hombres.
Donde el hombre

se amparaba en la excusa
de que existen catorce lunas
y cien amaneceres
donde esconderse tristemente.

Llevo catorce lunas
gritando, gimiendo por los silencios
ensordecedores
las exclusas por donde el lobo

se filtra, y permanece expectante
a las batidas de cazadores.
Catorce largas lunas
sin dormir...

Sólo escuchando poemas
historias tristes, quejidos inservibles,
hormonas maniatadas, pecados tontos,
y farándula por doquier...

Por doquier sólo hay amaneceres,
y yo llevo catorce lunas
preguntandome por que creo en las lunas
si ni siquiera las miro.

Llevo catorce lunas en la espalda,
y anoche las solté.
Y alguien me dijo... Eres un fénix...
Y yo dije, ya lo sé.

Las lunas están rotas,
como las conversaciones llenas de palabras
completas de sentimientos,
vacias de todo...

Como si todo o nada fueran un adjetivo.
Como si me importara algo de lo que oigo.
Como si cualquiera fuese capaz
de danzar a un son prohibido.

Este son, solitario; este valls desubicado
estas lunas desquebrajadas como cristales,
y todos sus trozos que jamás coincidirán,
que no volverán al cielo para brillar.

Veo catorce lunas,
muertas y anodinas,
veo mis pies,
terminando el trabajo.

Las catorce lunas, no dejan de ser
mis pies heridos,
mi sangre en el suelo...
Y yo, que ya ni miro.

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